sábado, 23 de abril de 2011

El mal de ojo

El mal de ojo, es una creencia popular1 supersticiosa2 según la cual una persona tiene la capacidad de producir mal a otra persona sólo con mirarla. De esta persona afectada se dice que "está ojeada, o que le echaron mal de ojo, o el ojo encima".
La creencia está extendida universalmente a través de muchos pueblos.



Nombre

Enrique de Villena escribió en el 1840 un tratado sobre el "mal de ojo" o "aojamiento", diciendo que los facultativos lo llamaban "fascinación", del nombre tradicional en latín "fascinare".3 Joaquín Bastús escribió en 1862 que la palabra griega "envidia" venia de la expresión "aquella que nos mira con mal ojo" y de ahí el mal de ojo, y que los griegos protegian a los jóvenes marcando sus frentes con barro o cieno.
Un objeto, planta, palabra, inscripción, etc. que es "apotropaico" es aquel que aleja el mal de ojo, los espíritus y el infortunio; del latín "atropetein", que quiere decir "alejar".
El libro del Corán alude al mal de ojo: "Los infieles casi os hacen dormir con sus miradas"(68,51), y entre los males de los que hay que protegerse se alude a "el mal de un envidioso cuando envidia"(103,5).

El proceso del alojamiento

El mal de ojo, como proceso, puede venir dado de manera voluntaria o involuntaria, y es, según la creencia popular, efecto de la envidia o admiración del "emisor", que a través de su mirada (ya sea directa, en símbolo o incluso mental) provoca un mal en el envidiado/admirado. En algunas culturas orientales se cree, también, que las personas de ojos claros (azules, verdes, grises y rayados) tienen mayor poder para el mal de ojo.
Los síntomas del aojamiento en la cultura popular son los de un cansancio, adormecimiento o pesadez, que termina enfermando gravemente a su víctima. Puede darse también una tristeza profunda y ganas de llorar, y en este caso se habla de "Aliacán". De la misma manera, se puede sospechar el mal de ojo, si algún objeto favorito o querido de la "víctima" sufre algún daño inesperado, sin causa previa específica o si el daño surge de "la nada".

Remedios contra el mal de ojo

Popularmente se han buscado diferentes remedios, ya sea para la prevención, como por ejemplo pisar los zapatos nuevos de familiares y amigos (como mecanismo para evitar la envidia), escupir a los bebes o embarazadas (en las culturas populares se considera la saliva como protectora), la interposición de objetos considerados como mágicos o protectores mágico-religiosos, como estampillas de santos, oraciones, etc.
La cura del mal de ojo, la cultura popular suele dejarla en manos de curanderos, que realizan diferentes rituales. En uno de ellos, bastante extendido, en primer lugar se diagnostica que efectivamente la persona padece de mal de ojo vertiendo aceite sobre un mechón de pelo de la misma, que se sujeta sobre un vaso de agua: si la persona está aojada el aceite se mezcla con el agua, esto es que se observan varias gotas que no se funden en una y quedan transparentes. Para curar al afectado se debe continuar realizando este ritual al tiempo que se pronuncia una oración hasta que "se corta", esto es que se pueda ver el aceite flotando sobre el agua, como es normal.

Protección contra el mal de ojo

Se usan protecciones muy variadas, como en ponerle un objeto llamativo como una cinta roja al envidiado o afectado, a fin de atraer su mirada lejos del observado6 , o colgar amuletos que sirven como escudo al mal.1


Por países y culturas

Las formas de protección o curación son diferentes según el lugar o país de creencia.


Durante la lejana época del Antiguo Egipto se utilizó como protección el "Ojo de Horus". Se conoce como nazar (en turco, boncuğu nazar o nazarlık), al talismán más frecuente en Turquía, que se encuentra en o sobre casas y vehículos, o son usados como adornos.


En España en la región de Murcia, se usa como protección la cruz de Caravaca. En el País Vasco y Navarra los antropólogos creen que se usaban amuletos de bronce y plata desde la edad del bronce.6 EnÁlava, todavia se le cuelgan cencerros a las vacas, como residuo de los antiguos amuletos que hacian ruido para ahuyentar a los males que se creia que acechaban al valioso ganado.

Latinoamérica

Los amuletos más comunes utilizados en Latinoamérica son: una semilla llamada ojo de venado, cuentas de vidrio (Chaquira) roja y negra, un imperdible de plata con un ojo azul de vidrio, ámbar, un collar hecho por sí mismo, etc.
En Chile, muchas veces se santigua a los bebés, en una especie de unión de las tradiciones cristianas y las paganas; en Perú y México se pasa un huevo o un cuy por todo el cuerpo del afectado para extraer el mal.
En México tanto como en centroamerica existen varias formas de curar el mal de ojo, que también se conoce como ojeo u ojo; se cree que los más afectados por este padecimiento son los niños. Una de ellas consiste en frotar suavemente alrededor de las órbitas oculares con el ombligo de una persona del sexo contrario al del enfermo (en algunos lugares de la provincia mexicana todavía se acostumbra guardar el cordón umbilical de los recién nacidos). También se puede tallar o tapar al niño con alguna prenda de ropa usada y sudada del padre. Si se sabe quién fue la persona qué causó el daño, se le pide que cargue al niño. Asimismo suele recurrirse a una piedra llamada ixahi, la cual se utiliza para absorber el "mal" al frotarla en el cuerpo, una vez hecho esto, es necesario, tirarla. Son de uso frecuente las limpias con pirul, tabaco, chile ancho, huevo, copal negro, hojas de pipe e, incluso, fuego. En caso de que quien haya ocasionado el ojo al niño sea un animal, se recomienda remojar camalonga en agua y dar a beber al pequeño el polvillo que queda en el recipiente.
En Argentina, Ceferino Namuncurá, nacido en el pueblo Chimpay o Chimpai, es a quién se adjudica, en la creencia popular o folclórica argentina, el descubrimiento del remedio para el ojeamiento o mal de ojo, y la enseñanza a los pueblerin

Aliacan

Para el aliacán, ver el agua pasar

La huerta profunda esconde los secretos del uso medicinal y mágico de las plantas
Ahora la llaman depresión. Antes, bastaba con que una persona perdiera el apetito unos días y su rostro revelará cierta melancolía y tristeza para que el diagnóstico popular fuera inapelable: «Tiene el aliacán». O, cuando menos, si acaso el enfermo vomitaba y el malestar del cuerpo era general, pero sin 
tener fiebre, no pocos concluían que padecía el mal de ojo. Para estas supuestas enfermedades existían remedios increíbles que, por cierto, parecían resultar muy efectivos.

El empleo de plantas medicinales no se redujo en Murcia, ni aún hoy lo hace, a las tisanas de manzanilla para regular el estómago. Existen otras aplicaciones sorprendentes que sólo unos pocos iniciados conocen y a las que muchos murcianos recurren a diario. Sin embargo, es necesario adentrarse en la huerta profunda y los campos para encontrar los rescoldos de una medicina improvisada que pronto desaparecerá.
TRES MARÍAS HECHICERAS
La curación del llamado mal de ojo, siempre provocado por una mala mirada de alguien que desea el mal para su víctima, se alcanzaba introduciendo el dedo en un candil encendido, y luego dejando caer las gotas de aceite en un tazón de agua. Al tiempo, el curandero pronunciaba una oración secreta, que sólo podía transmitirse el Viernes Santo detrás de la puerta de una iglesia. Otra versión menos conocida consistía en utilizar torvisco o matapollos, una planta que debían tratar en un ritual tres mujeres a un tiempo. Y las tres debían tener por nombre María.
El aliacán, por otra parte, podía curarse viendo pasar el agua del Segura mientras se recitaba una oración. O bien orinando sobre la flor blanca del manrrubio, lo que devolvía al enfermo el color de la cara y las ganas de vivir.
La alhábega que durante generaciones ha crecido a la puerta de los hogares murcianos, aparte de ser muy útil para espantar a los mosquitos, se utilizaba en Murcia como antídoto de un presunto filtro amoroso obtenido al cocer otra planta, el pichichán. Tan extraña planta, al menos, parece más inofensiva que la trementina o planta que da gritos. Porque aquel que oyera sus alaridos en la noche de San Juan, podía convencerse de que pronto moriría. Otros, en cambio, se preocupaban en esa madrugada mágica de regar la flor del cardizal para aguantarla viva hasta el amanecer y afianzar un noviazgo.
HASTA LA ALFALFA
El tomillo, la malva y el hinojo, junto a otra interminable lista de plantas y recetas, también eran adecuadas para despertar el apetito incluso de los moribundos, aunque nadie comprendiera qué razones podían tener, a las puertas de la muerte, para almorzar. Y una ramita de alábega en la oreja impedía ser víctima del mal de ojo. Contra el herpes, llamado culebra en la huerta, también existe un amplio catálogo de recetas y oraciones. Por tener, hasta la alfalfa tiene sus aplicaciones. Prueba de ello es un tratado impreso en Totana, en 1921, cuyo título rezaba: La alfalfa, planta prodigiosa.
La herboristería mágica acaso haya pasado a la historia y, salvando las distancias, en algunas dolencias actuales parecen más útiles los antidepresivos y otros medicamentos que ver el agua pasar. Sin embargo, lo misterioso de la cuestión es que, aún hoy, hay muchos murcianos que aseguran haber sanado al ponerse en manos de una curandera. Para asegurarse que es auténtica, basta con preguntarle cuánto cobra por sus servicios. Si responde que gratis ofrece la gracia que Dios le ha dado, es de la